Cayetanos: la nueva casta urbana del viejo pijo español


Aristocracia millennial: lujo silencioso, estilo contenido y patrimonio sin estridencias.
En las grandes ciudades españolas ha emergido una tribu urbana que, aunque a simple vista podría confundirse con la figura clásica del pijo, pertenece a una estirpe distinta. Los llamados Cayetanos —y sus equivalentes femeninas, las niñas del grupo— no son simplemente jóvenes adinerados, sino representantes de un estilo de vida heredado, un linaje social que se transmite como un legado silencioso pero firme. Son descendientes de familias de larga tradición, de apellidos que no necesitan presentación y de patrimonios que han sabido mantenerse —y multiplicarse— con el tiempo.
Los Cayetanos no hacen ostentación de su riqueza porque no lo necesitan. Nunca los verás llegar a la universidad en un Lamborghini: su código estético y vital rechaza el exceso. En su lugar, optan por la sobriedad elegante de un coche discreto conducido por el chófer de la familia. Asisten a los mejores colegios internacionales y a las universidades más prestigiosas, pero su día a día está cuidadosamente aislado del bullicio común. Para ellos, un viaje en metro no es una experiencia cotidiana. Si acaso, los encontrarás en uno… pero en Tokio, explorando la ciudad con mapa en mano y una reserva hecha en uno de los restaurantes más exclusivos del mundo. Porque los Cayetanos no viajan, los transportan.
Lo que los diferencia no es solo el nivel económico, sino una sensibilidad profundamente cultural, estética y estratégica. Su guardarropa está definido por una sobria elegancia heredada: chinos de algodón impecable, mocasines o náuticos en piel curtida, polos y rebecas que no siguen tendencias, sino que perpetúan un código social. Marcas como The Row, Loro Piana o Brunello Cucinelli son sus favoritas: sin logos, sin ruido, sin intención de impresionar. Vestirse para ellos no es un acto de expresión, sino una continuación de su linaje. Y si las niñas del grupo tienen ya más de 40 años, seguirán siendo «las niñas», porque entre ellos el tiempo es social, no cronológico.
Culturalmente sofisticados desde la adolescencia, los Cayetanos manejan conceptos financieros antes de cumplir los veinte. Invierten en arte, en fondos indexados, en bonos del Estado y en lo que denominan “las siete magníficas” de la bolsa. Su educación estética es proporcional a su formación económica: saben reconocer una obra de Chillida o una silla de Eames, y entienden que el lujo verdadero está en lo que no se dice, en lo que se hereda, no en lo que se compra.
A diferencia del pijo tradicional, más ostentoso y visible, el Cayetano representa el old money español en su versión contemporánea. Su presencia en redes sociales es mínima, aunque su influencia es real. Viven en clubs privados, veranean en Sotogrande o en Saint-Tropez, y asisten a la Fórmula 1 desde el yate de papá, mientras otros hacen cola para entrar en discotecas de Ibiza. Huyen del ruido, porque su mundo ya tiene eco suficiente.
En definitiva, el Cayetano es una figura social fascinante porque representa una forma de vivir donde el apellido pesa más que el saldo bancario. En un mundo obsesionado con aparentar, ellos se dedican a preservar. En una época en la que lo aspiracional se mide en seguidores, ellos siguen midiendo el prestigio en generaciones. Y mientras muchos intentan imitarlos sin éxito, ellos siguen en silencio, navegando entre el pasado y el presente con la seguridad de quienes no necesitan decir quiénes son, porque su estilo, su educación y su apellido ya lo han dicho todo.
by Diurán Salazar.